Por Fiorella Lotti
San Miguel brinda herramientas a mujeres de zonas rurales para que puedan generar sus propios emprendimientos y sumar un ingreso genuino a sus hogares.
Con el objetivo de transformar la comunidad, contribuir con la erradicación de la pobreza y fomentar la igualdad de género, la empresa citrícola San Miguel viene desarrollando en Tucumán el Programa Germinar, impulsando microemprendimientos productivos de mujeres de zonas rurales.
La iniciativa surgió en 2016 a partir de un relevamiento de las necesidades de la población y una prueba piloto para un programa de desarrollo emprendedor realizado porla empresa junto aFundación Cultural del Norte. Desde ese entonces, más de 110 mujeres fueron beneficiarias de los talleres de formación y empoderamiento, donde les brindan herramientas para crear y desarrollar emprendimientos productivos, desplegando su liderazgo y contribuyendo con sus economías familiares.
Lorena Bustos tiene 40 años, cuatro hijas de entre 10 y 19 años, y un gran espíritu emprendedor. Siempre soñó con tener su propia casa de té, ya que lo más disfruta es preparar masas dulces y saladas. “Hace tres años que participo del programa Germinar, fue una de las mejores cosas que me pasó. Me ayudó de muchas formas, en muchos aspectos de mi vida, a instruirme, a saber llevar adelante un emprendimiento, que era mi sueño. Todavía me quedan por cumplir varios objetivos, pero gracias a Germinar estoy cumpliendo parte de mi sueño”, relata.
Como ella, vecinas de Estación Padilla y Monte Grande (ambas del municipio de Famaillá), Santa Isabel (El Chañar) y Boca de Tigre (Alderetes), las cuatro comunidades aledañas a las principales zonas de operación de la empresa, participan de los espacios de formación que les permiten reconocerse como personas íntegras e individuales, recuperar su autoestima, potenciar sus capacidades, y así, construir posibilidades reales de un proyecto de vida para ellas y sus familias.
“La primera convocatoria fue multitudinaria, luego fueron quedando menos proyectos, no por selección, sino por compromiso de las emprendedoras. La gente sabe hacer cosas, tiene sus habilidades, pero hay que pulirlos. Y con el correr del tiempo, vemos cómo fueron mejorando y nos sorprenden”, asegura Ana Gómez Bello, HRBP de San Miguel.
En la primera instancia, el programa se enfocó en ayudar a cada persona a desarrollar las herramientas necesarias para pensar, crear y hacer crecer su propio negocio. Así, cada integrante fue avanzando en la elección y fortalecimiento de su proyecto productivo.
“Las emprendedoras del Programa son acompañadas por dos profesionales de la Fundación Cultural del Norte, que se destacan por su integración en la generación de agentes de cambio, y las guiarondurante el proceso de definición de qué deseaban hacer y cómo, para luego plantear objetivos concretos y desarrollar un plan de negocios a medida”, explica Juan Blasco, responsable de la Fundación.
Y destaca: “Nosotros no nos dedicamos a desarrollar emprendedores, sino a agentes de cambio en la zona, a gente que contagie a otros, y demostrar que se puede desarrollar la capacidad de las personas”.
Reeducar culturalmente para la igualdad
Tucumán es una de las provincias de menor desarrollo de la Argentina, donde la desocupación, el bajo nivel educativo y la inaccesibilidad a servicios sociales de calidad, continúa siendo una realidad palpable. “En estos pueblos tan pequeños se observa un fuerte componente cultural: los hombres impiden o dificultan que sus esposas puedan salir del ámbito familiar para obtener una salida laboral independiente. Los hombres salen a trabajar, las mujeres cuida a sus hijos, no conocen otra realidad”, describe Gómez Bello.
Y agrega: “Fue difícil la aceptación. Al principio, las reuniones se realizaban en casas particulares, y los maridos no entendían qué hacían sus mujeres reunidas con capacitadores hombres. De a poco fueron viendo los frutos, entendiendo que las señoras iban a trabajar, pero creo que esto influyó en que muchas abandonaron el programa. Por eso, vamos de a poco, reeducándolos culturalmente”.
“Antes de Germinar era ama de casa y cumplía unas horas para un contrato de trabajo con el municipio. A partir de Germinar, cambió mucho. Conocí cosas nuevas, y adoro hacer lo que estoy haciendo ahora, emprender”, declara Bustos.
A partir de estos talleres, Lorena logró desarrollar un negocio de pastelería artesanal, cuya demanda es a pedido, entrega a domicilio y trabaja realizando mesas dulces y servicios de catering para eventos, empresas y escuelas. “No tengo un local, pero esa sería la culminación de mi sueño: una casa de té donde ofrecer todos mis productos artesanales”, confiesa.
En 2018, los emprendimientos más avanzados se postularon a una convocatoria del Ministerio de Producción de la Nación para la obtención de Fondos Semilla y tres de ellos obtuvieron un capital de $250.000.- que aplicaron a sus emprendimientos. Bustos fue una de las ganadoras, con el que adquirió un horno industrial y un juego completo de vajilla que le permitió subir el nivel de su servicio y potenciar su producción de panificados.
Luego, a través de un acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Social provincial, los demás proyectos recibieron un refuerzo económico materializado en diversos equipamientos.
Actualmente, 32 emprendimientos siguen en curso, y comercializan sus productos tanto en sus propias comunidades como en ferias provinciales, y también en Buenos Aires a través de voluntarios de empresas como San Miguel que distribuyen los productos no perecederos a través de un catálogo.
En línea con las metas del programa, por medio de la generación de Asociaciones Civiles, se busca dotar a estos grupos de representatividad formal en el ámbito local, ante organismos públicos, instituciones y otras fuerzas vivas de la zona. Por ese motivo, se espera que para fin de este 2019 esté finalizada la inscripción legal de las dos asociaciones que nuclearán a todas las emprendedoras, divididas en Norte y Sur.
De esta manera, el Programa Germinar fomenta el rol activo de la mujer en su familia y dentro de su comunidad, revirtiendo una fuerte historia de sumisión arraigada localmente, contribuyendo con el desarrollo individual y colectivo de las mujeres, para que puedan, en segunda instancia, generar un futuro más favorable para sus familias.