(*) Por Virginia Vilariño
A medida que la economía se desacelera debido a la pandemia de Coronavirus, las emisiones de carbono están disminuyendo, debido a que el crecimiento económico sigue fuertemente vinculado a dichas emisiones a escala global.
¿Qué significa esto para las emisiones de carbono y el cambio climático?
¿Podría la pandemia de COVID-19 tener un lado positivo para la crisis climática? Ciertamente no.
¿Podrían las medidas de aislamiento social al menos comprarnos tiempo para combatir el cambio climático? Probablemente tampoco…
Efectivamente estamos viendo una desaceleración en algunas emisiones, según análisis y estudios de las principales instituciones científicas. Y resulta cada vez más probable que el brote mundial de coronavirus reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero este 2020. Sin embargo, según los expertos, este efecto no sería lo suficientemente significativo ni duradero para revertir la actual trayectoria ascendente de emisiones globales de carbono, ni reducirá significativamente los riesgos del cambio climático.
Primeramente, las emisiones mensuales, de corto plazo, no son evidencia de una reducción en las concentraciones de emisiones antrópicas. Lo que realmente importa son las emisiones acumuladas. La tendencia creciente en las emisiones de CO2 es el resultado de las emisiones acumuladas desde el inicio de la era industrial, y no de las emisiones de un solo año. En palabras de KatharineHayhoe, UN ChampionoftheEarth. “venimos apilando ladrillos cada mes desde el inicio de la era industrial. Si ahora agregamos un ladrillo un 25% más chico, por un período de uno o dos meses, no hará una gran diferencia”.
En segundo lugar, como nos enseñancrisis pasadas, es más probable que se produzca un efecto rebote a medida que pase la pandemia y termine el confinamiento, y las emisiones se recuperen nuevamente a su nivel previo. Las restricciones sociales actualmente vigentes no son tolerables a largo plazo y, al igual que la limitación de las emisiones, se eliminarán tan pronto como la situación lo permita. Por lo tanto, muchos expertos asumen que cualquier desaceleración es temporal.
Las emisiones de CO₂ se han recuperado después de cada crisis económica mundial, y es probable que sea el caso de COVID19, más rápido o más lento. (ver gráfico)
El impacto del virus en las emisiones de carbono se hizo visible por primera vez en China. De acuerdo a un análisis publicado por CarbonBrief, las emisiones cayeron un 25% en las primeras cuatro semanas después de fines de enero. Sin embargo, ya a fines de marzo, el uso de energía, los niveles de contaminación del aire y las emisiones de carbono mostraban signos de recuperación, según el Centro para la Investigación sobre Energía y Aire Limpio. El patrón de un rápido repunte ya ha comenzado a desarrollarse en China.
Pero tengamos en cuenta que las emisiones en China disminuyeron porque la economía se detuvo, el país cerró fábricas y estableció medidas estrictas para el movimiento de las personas. De ningún modo esta es una manera sostenible para reducir emisiones y minimizar el riesgo del cambio climático.En este punto, quiero enfatizar que la respuesta a la pandemia COVID-19 no es un modelo para la acción climática.
Esta desaceleración o caída en las emisiones no se debe a cambios estructurales. Y sin un cambio estructural, la disminución de las emisiones causadas por el coronavirus podría ser de corto plazo y tener poco impacto en las concentraciones de dióxido de carbono que se han acumulado en la atmósfera durante décadas.
¿Cuál podría ser el efecto a más largo plazo?
La disminución de las emisiones dependerá en gran medida del impacto de COVID-19 en la economía global. Los economistas de JP Morgan, Goldman Sachs, el Banco de la Reserva Federal de St. Louis, entre otros, manejan diversas proyecciones .Y por ello todavía resulta altamente incierto anticipar cuál será el real impacto de COVID-19 en las emisiones de CO2 en el 2020.
Si las previsiones de cambios en el PBI global son acertados, se esperaría una reducción de emisionesglobales de carbono del 0,5% (tomando las proyecciones más optimistas de rápida recuperación y expanción del PBI) al 2,2% (asumiendo que la economía vuelvaa nievelespre-pandemiaen Q3/Q4.)(Hausfather& Wang, 2020).
El Centro para la Investigación del Clima Internacional (Peters, 2020) predijo que las emisiones de carbono caerían entre 0.3% y 1.2% este año, utilizando pronósticos para el crecimiento del PIB mundial de la OCDE. Esta disminución sería similar a la observada durante la crisis financiera mundial de 2009, cuando las emisiones cayeron un 1,5% en comparación con 2008.
En el mejor de los casos, algunas estimaciones sugieren que es posible una reducción del 5% interanual si el parate económico se prolonga y la recuperación es lenta. (Liebreich, 2020; Jackson, 2020)
Existen diferentes estimaciones al respecto, pero en general podemos resumirlas en los rangos antedichos. Desade ya si la recesión económica termina siendo peor de lo que se pronostica actualmente, las emisiones podrían caer aún más.
Esta mejora será por las razones equivocadas, vinculadas a una emergencia de salud mundial que sacude el mundo. Y esta es la principal razón por la cual no es esperable que la respuesta a la pandemia genere reducciones de emisones a largo plazo.
Como sostiene Pierre Friedlingstein, de la Universidad de Exeter, “incluso si hay una disminución en las emisiones del 10% o 20% en 2020 – lo cual no es despreciable, es importante –, desde un punto de vista climático, sería una pequeña mella si las emisiones vuelven a nieveles pre-COVID-19 en 2021”.
Según el último informe de ONU publicado en noviembre 2019, las emisiones globales tendrían que caer en promedio 7.6% por año durante esta década, de manera sostenida, para mantener una posibilidad viable de limitar el aumento de la temperatura global promedio a 1.5°C, el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París.
Las reducciones de emisiones significativas y a largo plazo que necesitamos, se generan a través de cambios de hábitos y comportamientos más sostenibles, del aumento de la eficiencia en cada sector, de la sustitución de combustibles fósiles por energía limpia, de sistemas alimentarios sostenibles, de conservar los ecosistemas y de la captura de carbono en el suelo.
A pesar de todo, esta epidemia brinda una oportunidad de hacer las cosas bien por el clima. Oportunidad que depende de los gobiernos y cómo diseñen los paquetes de estímulo económico y las políticas que podrían generar co-beneficios para el clima; de los agentes financieros y como orienten sus inversiones hacia infraestructura y tecnologías de bajo carbono; de las empresas y cómo respondan a la crisis mientras desarrollan resiliencia de cara al futuro; de los ciudadanos y cómo capitalicen su rol y responsabilidad en los desafíos sociales.
En definitiva, las decisiones que tomemos a partir de ahora tendrán un impacto más profundo en nuestra capacidad para enfrentar el cambio climático. La pandemia COVID-19 parece quitarnos tiempo (y fondos) para la acción climática en lugar de comprarnos tiempo. Pero no debemos perder de vista las oportunidades que las respuestas a esta pandemia podrían significar para la acción climática.
¿Seremos capaces de aprender de esta crisis y utilizar la respuesta a esta pandemia como una oportunidad para innovar de cara al futuro? ¿Qué acciones podrían tomar los gobiernos, las empresas y las personas para alinear nuestra respuesta inmediata a la pandemia con los imperativos de la sostenibilidad?
Si algo estamos aprendiendo de esta crisis global, es que cuando enfrentamos el riesgo cara a cara, somos capaces de actuar a una escala acorde con la amenaza. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo con el cambio climático?
(*) Es Coordinadora del Área de Clima y Energía del CEADS.