(*) Por Gustavo Castagnino
El escenario de incertidumbre y paralización económica mundial al que nos enfrentamos desde principio de año, nos deja grandes desafíos de cara al último trimestre del 2020 y la proyección de crecimiento que se pueda obtener desde el sector privado. Si bien se espera una imagen más nítida en los próximos meses, para visualizar los pasos a seguir, estos contextos refuerzan la idea de que debemos trabajar no solo por un mayor desarrollo de los mercados, sino también, y principalmente, en sus procesos sostenibles y renovables en el tiempo.
Argentina ocupa la séptima posición en el ranking de atractividad de renovables en mercados emergentes de Bloomberg New Economy Forum; y está entre los 3 países con mayor potencial de desarrollo a nivel mundial en generación eólica y solar. Si bien la ley 27.191 preveía un objetivo de 8% a 2018, se trata de un importante avance respecto del 2% que representaban las energías limpias en 2015. Hoy estamos ya en ese 8%.
Nuestro país es signatario del Acuerdo de París y como tal se comprometió a reducir en un 15% las emisiones para el año 2030 y otro 15% si se le otorga financiamiento internacional en materia de innovación. El cumplimiento no solo se limita a iniciativas de responsabilidad ambiental, sino que es importante para evitar potenciales penalidades.
Entonces, es preciso repensar qué compromisos se llevarán a cabo para lograr la reducción de emisiones de dióxido de carbono fijados como meta. Frente a ello, el desarrollo y continuidad de las energías renovables en el país resultan un factor decisivo de la matriz energética para minimizar los gases de efecto invernadero, además de ser una opción competitiva en el mercado de la energía. Por otro lado, el sector financiero también está comprometido en el desarrollo de proyectos sostenibles, incorporando criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo en el análisis de riesgos y fortalezas a la hora del financiamiento. Criterios y principios internacionales, ratings y rankings, calificadoras de riesgo y consultores están colaborando para que los inversores puedan invertir y reforzar la incorporación de energías verdes en las empresas.
El Santander, por ejemplo, se ha comprometido a invertir 120.000 millones de euros en proyectos verdes en todo el mundo entre 2019 y 2025, el mayor volumen de financiación privada contra el cambio climático que se conoce hasta la fecha. De 2015 a 2018, el Banco Santander ya movilizó 50.000 millones para planes de energías renovables.
El sector de la energía eólica es capaz de captar este tipo de financiamiento, pues, no existe duda de su contribución positiva al medioambiente; y la capacidad de las empresas generadoras de cumplir con las normas de desempeño de sostenibilidad social y ambiental. Con orgullo, podemos decir que Genneia, ha sido un claro ejemplo de ello, que accede a ese capital, al someterse con periodicidad a rigurosas auditorías internacionales tanto en la etapa de construcción como en la operación. Por ende, es importante diseñar políticas públicas que den continuidad a este desarrollo cuando no puedan darse las condiciones de acceso al capital local.
Por último, la escena actual debe ser analizada despejando las variables del contexto. Es notorio que la violenta reducción de transporte y actividad industrial en el mundo ha presentado un ejemplo de lo que provocan las emisiones de CO2 al ambiente. Sin embargo, mes a mes avanzamos hacia valores históricos de concentración de gases en la atmósfera que sólo puede controlarse con un cambio a escala masiva y sostenido en el tiempo.
La estructura industrial global existente encuentra una gran dificultad en su capacidad de reducir su huella de carbono. Es por ello que, tomando esta pausa mundial obligatoria, resultaría beneficioso impulsar la descarbonización a través de una transición hacia las energías limpias.
Asimismo, la ley de Mercado a Término de las Energías Renovables también se presenta como una alternativa sustentable de los grandes consumidores de energía, los cuales pueden elegir abastecer su consumo 100% renovable con energía limpia. De esta manera, se impulsa el crecimiento del sector energético eólico y solar, en paralelo que estimula al sector privado a tomar acción frente a su impacto social y ambiental.
En esta línea, Los certificados de reducción, también llamados bonos de carbono, aparecen como una alternativa interesante en el primer envión hacia la reducción de gases de efecto invernadero (GEI) en el ambiente. Esta iniciativa internacional regida por las Naciones Unidas busca que cada industria pueda calcular las emisiones directas o indirectas de gases contaminantes en cada proceso productivo, conociendo así su huella de carbono. La información obtenida permite iniciar un proceso de cambios para la minimización de sus emisiones y, aquella parte que resulta inevitable reducirla a cero puede ser cancelada a través de los certificados de reducción de emisiones (CERs).
La pandemia ha puesto en agenda la realidad de nuestra naturaleza, demostrando los cambios notorios que se pueden lograr en nuestro planeta si actuamos en conjunto y a largo plazo. La aparición de herramientas que permitan un proceso viable que ponga en acción a los mercados y potencie la industria de energías renovables es imprescindible pero no suficiente para lograr la mitigación de la crisis climática. La transición hacia una economía neutra en materia de contaminación ambiental es el único camino que tenemos para proyectar un futuro con crecimiento sustentable, pensando desde hoy en el planeta que queremos dejarle a las próximas generaciones.
(*) Es Director de Asuntos Corporativos de Genneia.