Por Rodolfo Rey Blanco
Cuando los baby boomers crecían en la Argentina, era muy común recibir leche en las casas, comprar pastas por kilo y almacenar carne salada en heladeras de madera. La dieta era predominantemente carnívora e incluso muchos hogares de barrios menos céntricos tenían sus propios gallineros y conejeros.
Los alimentos a base de animales siguieron liderando el mercado por casi medio siglo más, aunque hubo una gran evolución en su acopio y los almacenes y despensas devinieron en supermercados y grandes cadenas de consumo.
Pero esos cambios que experimentaron los epicentros de la canasta diaria también tuvieron un efecto significativo en los consumidores, que fueron modificando sus hábitos, costumbres y elecciones.
“El ser humano está experimentando una evolución de la conciencia, que tiene que ver con el cuidado del cuerpo y las emociones -explica Corina Lemos, socia fundadora y CEO de God Bless You, una marca comprometida con los alimentos naturales que no contienen químicos ni aditivos-. La alimentación fue tendiendo a ser más liviana y natural y se sumó a la valoración de la cultura fit. Los seres humanos somos holísticos, por eso siempre empezamos por el cuidado de nuestro exterior y luego seguimos con lo espiritual”.
Este cuidado de la parte corporal, tanto externa como interna, no fue arbitraria sino que se vio acompañada de un consumidor más instruido y curioso en temas dietarios y preocupado por cuestiones ambientales y relativas a la protección animal.
La información como motor de cambio
La primera tendencia que dejó de lado los productos tradicionales comenzó hace unos 30 años y fue traccionada por comunidades veganas que, mediante actividades de docencia y activismo, compartieron una filosofía de vida y una postura moral y ética que iba más allá de la dieta en sí misma y estaba orientada al derecho a la vida que tienen los animales.
Un tiempo después, aparecieron dos grupos más. Uno percibía que la producción de carne tenía una influencia negativa para el ambiente y el otro apuntaba al cuidado de la salud mediante el control de los alimentos que se ingerían y la reducción del consumo de carne.
En esa vorágine surgieron PyMEs, micropymes y emprendedores que llegaron con propuestas innovadoras diseñadas para satisfacer las necesidades de esos colectivos. “Nuestras empresas le hablan a tres grupos: los veganos, los que cuidan su salud (de un rango etario de más de 40 años) y los que se preocupan por el ambiente (de un rango etario de entre 20 y 35 años)”, explica Francisco “Pancho” Piñero Pacheco, director general de Vegan Nature S.A y presidente de la Asociación de Productores a base de plantas.
En este sentido, la afluencia de estos grupos que perseguían diferentes propósitos pero que elegían consumir los mismos productos fue una consecuencia directa del auge de los sitios de internet, las redes sociales y los tutoriales que empezaron a aparecer en diversas plataformas digitales.
Así lo sostiene Matías Osman, CEO de Molé, una empresa que produce alimentos con valor nutricional óptimo y un impacto ambiental mínimo. “Cada vez hay más información sobre alimentos. Gracias a que cualquier cuenta de Instagram te abre las puertas para educarte aparecen muchas más personas que quieren aprender y cambiar sus hábitos”. Y agrega: “Más allá de lo que está establecido hay una nueva tendencia que es consecuencia directa del conocimiento. Y es allí donde empresas como las nuestras y emprendedores como nosotros tenemos un lugar, en las casas de las personas que entienden lo que comen. Por eso, cuando creamos Molé nunca nos importó lo que hacía la competencia sino lo que hacía falta”.
A mediados de 2020, en plena pandemia, la Unión Vegana Argentina llevó a cabo un estudio para medir la población vegana y vegetariana del país. Con un aumento del 3% en comparación con el año anterior, la cifra final resultó de un 12%.
Federico Llorens y Soledad Albertelli son el fundador y la responsable de Marketing & Customer Engagement de Neptune Kombucha, respectivamente. Como representantes de un emprendimiento que sufrió trabas burocráticas durante tres años, ellos también sostienen que la información y el cambio de paradigma fueron claves para el modelo de gestión de las PyMEs y micropymes que se dedicaron a los productos a base de plantas.
“Una vez que el consumidor tiene información, luego transforma todo ese conocimiento en decisiones –subraya el CEO-. Se trata de jugadores más conscientes que hacen que la industria cambie”. Albertelli coincide con su coequiper y destaca: “En la actualidad, el consumidor lee los rótulos de los productos. Se trata de un cambio que está sucediendo y que pertenece al aspiracional del público masivo”.
Efectos de pandemia
A mediados de 2020, en plena pandemia, la Unión Vegana Argentina llevó a cabo un estudio para medir la población vegana y vegetariana del país. Con un aumento del 3% en comparación con el año anterior, la cifra final resultó de un 12%. A esos resultados se podría sumar la cantidad de personas que estarían dispuestas a probar productos a base de plantas o directamente incorporarlos a sus dietas.
Según estimaciones de Renzo Gini, Head de Marketing Argentina de NotCo, una empresa que desarrolla productos a base de plantas mediante inteligencia artificial y con el uso de algoritmos, esos grupos estarían entre un78 y un 80% de la población. “Existen múltiples razones para llegar a estas conclusiones. Tiene que ver con seguir las nuevas tendencias de consumo, el cambio de hábitos y el acceso a mayor información”.
Muchos de los cambios en las dietas de los consumidores se produjeron durante la pandemia. “En estos últimos años, la pandemia no solo coartó la libertad de todos sino que infundió un miedo a la muerte. Las personas empezaron a hacerse chequeos preventivos y también a cambiar sus hábitos alimenticios”, sostiene Lemos.
Como consecuencia, las personas empezaron a fijarse más en lo que comían y menos en los precios. Belén Avico, fundadora de Cura Té Alma, una marca nacional que mezcla los sabores y aromas de la cultura milenaria del té llega a la misma conclusión: “Hay una necesidad del público argentino que busca productos más naturales en las góndolas. Y eso se acrecentó durante la pandemia. Ahora, el consumidor quiere saber de dónde viene el producto y cuál es la historia que tiene por detrás. Ya no se busca mejor precio sino algo diferente, aunque se tenga que hacer un esfuerzo para conseguirlo”.
El mundo evolucionó de varias formas en tecnología, medicina, arquitectura, artes y ciencia. Pero también en la alimentación y en la forma de comer. Si la princesa Teodora de Bizancio no hubiera llegado a Venecia en el siglo XI, quizás Europa nunca hubiera conocido el tenedor. De la misma forma, si no existieran tantos emprendimientos a base de plantas que proponen una alternativa saludable, nutritiva y amigable con el medio ambiente y los animales, quizás la sociedad no conocería que existen otras opciones de productos que se adquieren en supermercados y demás tiendas.
Y, aunque la pandemia jugó un papel crucial en la viralización de este tipo de alimentos y la concientización de los consumidores, la disponibilidad de la información en las redes sociales, sitios web y otras aplicaciones móviles es la clave indiscutida para que el modelo de gestión de pymes, micropymes y emprendedores que buscan ofrecer nuevas alternativas pero siempre pensando en un mundo mejor funcione y siga creciendo.