(*) Por Florencia Salvi
Estamos viviendo los años más desafiantes para la historia de la presencia humana sobre la Tierra. Sabemos que vivir es para algunos un milagro divino y para otros la transformación de la materia con sus múltiples cambios y fenómenos, simbiosis, resiliencia, mutación y así podríamos seguir enumerando.
En el marco del Día Internacional contra el Cambio Climático, escuchando y compartiendo las palabras inspiradas en la regeneración de Ronald Sistek, los invito a reflexionar sobre porqué ejercemos poder sobre la Tierra, una y otra vez, a través de nuestras actividades colectivas y cuál es su impacto en los entornos.
No es solo una disyuntiva entre el proceso y la protección del medioambiente en el que nos desarrollamos. Tenemos un potencial infinito cuando actuamos en consonancia con el mundo natural, pero algo nos ha estado desconectando, estamos perdiendo de vista la finitud de los recursos ambientales disponibles. Sin embargo, tenemos en nuestras manos el deber de buscar la armonía entre todo proceso de desarrollo y evolución y el cuidado de medioambiente.
Cómo sería el mundo si comprendiéramos que somos solo una manifestación de la naturaleza, la relación de los seres humanos y los otros elementos con los que día a día nos conectamos. Somos grupos sociales generando impacto, donde la experiencia individual puede ser ejemplo de comprensión y todo lo que hacemos está anidado en un sistema mayor llamado biosfera.
Llegó el momento de pensar seriamente en cómo sería el mundo si lo impactáramos como si fuéramos un recurso más de nuestra naturaleza. ¿Cómo sería el mundo si en cada decisión que tomamos pusiéramos a la vida en el centro, dejando de lado intereses y preconceptos? Quizás así podamos crear las condiciones para la vida que nuestras generaciones necesitan.
En sintonía con esto, desde Amcham Argentina, en el 25° aniversario del Premio Ciudadanía Empresaria hemos incluido la regeneración como horizonte hacia el que podemos caminar como humanidad. Planteándola como la respuesta a esta agobiante situación, de sobrecarga y colapso, porque a través de ella vamos a poder actuar diferente, generando cambios profundos en la manera de producir y de consumir. Para llevar a cabo esto, es indispensable poner en el centro a la salud de los ecosistemas y trabajar articuladamente para reparar el tejido social y los recursos degradados.
Debemos recomponer nuestra relación con la naturaleza y reaprender que no es algo externo a nosotros, todo, absolutamente todo, está conectado, es interdependiente y se retroalimenta. Sabemos que no es algo sencillo, pero solo así podremos lograr la transformación de raíz.
Puede ser que estemos viviendo los años más desafiantes en este sentido. Sin dudas, debemos concebirlos como un momento de gran oportunidad y crisis que nos interpela y convoca para cambiar la forma en la que estamos usando los recursos.
Tenemos una gran oportunidad, quizás la última para despertar, reconectarnos y actuar en consonancia.
(*) Es especialista en estrategia de sustentabilidad, procesos de diálogo e impacto social, y consultora del Premio Ciudadanía Empresaria de AmCham.