Por Rodolfo Rey Blanco
Gestionar la licencia social para operar para las compañías instaladas en el Polo industrial de Bahía Blanca fue un desafío que los llevó a implementar programas de inversión social involucrando a la comunidad y generando confianza.
A lo largo de los años, el polo industrial de Bahía Blanca fue un pilar fundamental de la economía local a través de la generación de empleo y oportunidades de desarrollo. Sin embargo, a medida que la conciencia ambiental creció en la sociedad, la comunidad comenzó a cuestionar el impacto de estas industrias en el entorno natural y en la calidad de vida de los habitantes. Temas como la contaminación y el temor a consecuencias negativas para la
salud despertaron un sentimiento de renuencia hacia las empresas que, en gran medida, son el sustento económico de la ciudad.
“Cuando llegaron a la ciudad, las empresas tuvieron un período de instalación, de cambio -explica Marcela Guerra, directora Institucional de la Unión Industrial de Bahía Blanca-. Cada una trajo sus políticas y lógicas desde otros lugares y la comunidad se expresó y tuvo discusiones con la industria“.
Si bien hubo manifestaciones y bastante activismo hace unos 20 años, a partir de esos eventos y en línea con una mayor conciencia, el relacionamiento fue evolucionando con
políticas de derechos humanos, diversidad, inclusión y transparencia.
Según detalla Guerra, este cambio no fue algo forzado, sino que se produjo en línea con las
nuevas generaciones y expectativas crecientes. Aun así, eventos ocurridos en 2001 sí influyeron para desarrollar mecanismos legales y un foco más cercano y la industria también tomó conciencia sobre la licencia para operar y el hecho de que había que incluir a otros actores en las charlas y los procesos de decisión.
En este sentido, las empresas instaladas en el polo industrial se percataron de la importancia de llevar a cabo proyectos de inversión social para operar de manera sostenible. Por eso, implementaron estrategias para involucrar a la comunidad y generar confianza en sus prácticas. Como consecuencia, diferentes programas de RSE y de ISP fueron diseñados e implementados en colaboración con organizaciones locales y líderes comunitarios.
Trabajo mancomunado
“El polo petroquímico es un centro fundamental en el desarrollo industrial de la Argentina y
genera trabajo local de forma directa e indirecta, además de agregar valor económico y social. Si bien los reparos que aún pueden existir en relación al polo están fundados en el desconocimiento de las actividades que se realizan allí, las comunidades reconocen el aporte y valoran tener vinculación con las empresas”, indica Laura Gutiérrez, coordinadora de Comunicación de Unipar.
Abordaje comunitario: UNIPAR
• Consejo Comunitario Consultivo (CCC): mediante esta herramienta reúne a los principales líderes sociales de las comunidades para dialogar y definir actividades.
• Fábrica Abierta: toda persona mayor de 15 años puede visitar la planta y conocer el proceso productivo y las medidas de seguridad implementadas para evitar incidentes. También se puede conocer el Vivero Unipar, una iniciativa que promueve valores sustentables y articula programas sociales.
• Patrocinio de Proyectos Sociales: tiene como objetivo contribuir al desarrollo de la comunidad de Bahía Blanca a través del financiamiento de distintos proyectos realizados por instituciones sociales que promuevan el desarrollo educativo, cultural y sustentable. Hasta el momento, el programa impactó a más de 15.000 personas a partir de una inversión de más de $13 millones.
De acuerdo a la especialista, es muy importante promover la comunicación y un diálogo abierto y transparente con todos los actores con el objetivo de construir vínculos de confianza y credibilidad. Por eso, la compañía busca constantemente mantener una relación cercana con la comunidad con el fin de identificar sus principales necesidades y, de esta forma, contribuir con su calidad de vida, generar impacto positivo y promover su desarrollo
mediante una diversidad de programas y acciones. Esta interacción entre la industria y la comunidad demandó que la transparencia y el diálogo se convirtieran en elementos esenciales para un proceso de crecimiento. Por consiguiente, las empresas abrieron espacios
de consulta y canales de comunicación para escuchar las preocupaciones y necesidades de la comunidad. Asimismo, trabajaron en reducir su impacto ambiental mediante tecnologías más limpias y sostenibles y estudios de impacto y estudios de impacto ambiental para asegurar que sus operaciones cumplan con las normativas vigentes.
“Mega trabaja constantemente en diálogo con la comunidad bahiense y de Ingeniero White, en colaboración mutua y colocando los estándares de seguridad y sostenibilidad como prioridad en su operatoria. A lo largo de sus 22 años, demostró tener un enfoque integral hacia la sustentabilidad, la seguridad, la calidad y el cuidado del ambiente. Por medio de programas y acciones de inversión social, logró trabajar de manera colaborativa para generar un impacto positivo en su entorno”, asegura Fabián Varela, jefe de Comunicaciones y Relaciones Institucionales de la compañía.
Abordaje comunitario: MEGA
• Compromiso con la sustentabilidad y vinculación con la comunidad de Ing. White y de Bahía Blanca mediante proyectos y acciones como el programa educativo “Acompañando a Crecer”, con más de 30 jóvenes profesionales recibidos y otros cursando carreras universitarias a partir de una inversión de $17.000.000. También realiza apoyo y contribuciones a distintas instituciones educativas, culturales y de salud.
• Más de 300 personas visitan la planta a lo largo del año, tanto de instituciones educativas como de organizaciones de la sociedad civil y autoridades de organismos de gobiernos locales.
• “Colectores Solares” es el proyecto a partir del cual se construyen e instalan equipos en
ONG’s locales.
Además de cumplir con las normas ISO en gestión de calidad, gestión ambiental, seguridad y salud en el y salud en el trabajo y gestión de la energía, la empresa petroquímica obtuvo el Premio Anual de Seguridad del Instituto Argentino del Petróleo y Gas (IAPG). Además, su estrategia ambiental y de energía ha sido elogiada por el Clean Energy Ministerial (CEM), un foro mundial que promueve políticas ambientales y energéticas.
Desafíos a futuro
A pesar de los esfuerzos realizados por las empresas, existen desafíos significativos para asegurar una licencia social sólida en el futuro. Uno de ellos es el mantenimiento de una comunicación transparente y efectiva con la comunidad. Las empresas deben continuar abriendo espacios de diálogo y ser receptivas a los comentarios y sugerencias de los ciudadanos. Además, la transición hacia prácticas más sostenibles y respetuosas con el ambiente es esencial para ganarse confianza.
La inversión en tecnologías limpias y en la reducción de emisiones será clave para mejorar la percepción de las empresas en relación con su impacto ambiental. Por otro lado, la evaluación y medición constante del impacto de los programas de ISP son fundamentales para demostrar la eficacia de las iniciativas y corregir aquellas que no han alcanzado los
resultados esperados.
“En cuanto a la operación, apuntamos a mantener el nivel de cumplimiento con temas de seguridad, higiene y medio ambiente -sostiene Julian Ferrer, líder de Responsabilidad Corporativa Latam Sur de Cargill-. Por otro lado, dado que no tenemos un programa formal de empleabilidad local, eso también representa un desafío para nosotros”.
Abordaje comunitario: CARGILL
• La empresa construirá tres silos de 15 mil toneladas de almacenaje con conexión a la línea de embarque, un volcaje adicional para camiones y una nueva línea de descarga para vagones que duplicará la capacidad operativa ferroviaria de la terminal.
• La Chocleada, junto a la organización MovilizaRSE: Consiste en la recolección manual de una hectárea de maíz, donada por un productor rural. Lo que era inicialmente una donación de maíz generó una segunda instancia con la donación de toneladas de cebolla que fueron para diferentes instituciones de bahía blanca.
• Poner en valor: con foco en seguridad realiza mejoras edilicias de instituciones a partir de la vinculación de sus colaboradores.
Según manifiesta Guerra, otra de las deudas pendientes es desarrollar programas coordinados y articulados y alianzas que perduren en el tiempo con un nivel de inversión mayor que el actual. “El desafío es lograr una mayor participación comunitaria”, agrega.
Para Gutiérrez, el involucramiento de la comunidad también es fundamental para un crecimiento de la inversión social. “Debemos acompañar a las instituciones en un proceso
de evolución y profesionalización mediante programas integrales que ayuden a desarrollar la
vida de las personas y les brinden herramientas y conocimientos que agreguen valor, en lugar de sostener acciones asistencialistas que no suelen ser realmente transformadoras”.
En este sentido, la búsqueda de una licencia social para operar en Bahía Blanca se convirtió en un reto complejo para las empresas que, a pesar de ser una gran fuente de sustento de
la comunidad, enfrentan una percepción algo ambivalente por parte de la población local. La
apertura al diálogo, la sostenibilidad ambiental y la evaluación rigurosa de los programas de ISP serán factores cruciales para el futuro en pos de lograr una convivencia armoniosa entre el polo industrial y la comunidad que lo rodea.