*Por Javier García Moritán
En 2023, tuve el privilegio de representar al Grupo de Fundaciones y Empresas (GDFE) en la conferencia anual del United Philanthropy Forum en Nueva York. Durante este evento, más de 400 líderes de la inversión social privada de los Estados Unidos se congregaron para explorar cómo pueden contribuir a una sociedad más equitativa. Las perspectivas compartidas y las voces críticas plantearon reflexiones profundas sobre el potencial transformador de la filantropía en el sistema actual.
Un aspecto que resonó fuertemente en mí fue la necesidad de que las organizaciones filantrópicas, al contribuir al desarrollo desde el sector privado, consideren el panorama económico en su totalidad. A pesar de sus intenciones nobles, a menudo enfrentan dificultades para abordar la dinámica completa: la interconexión entre la inversión social y el diseño de negocios, o cómo ambos pueden complementarse armoniosamente. La desconexión estructural entre estos aspectos sirve como señal de alarma, ya que limita la amplitud y la eficacia de nuestros esfuerzos.
Conocer el pensamiento de Darren Walker, el presidente de la Fundación Ford, fue un hecho muy valioso en mi experiencia. Walker viene promoviendo la idea de pasar “de la generosidad a la justicia”. Esta movilización inspiradora nos invita a trascender la contribución individual y a desafiar el status quo en busca de un cambio transformador. Su liderazgo en una de las fundaciones filantrópicas más influyentes del mundo agrega peso a esta perspectiva y nos desafía a todos a reconsiderar nuestro enfoque.
La magnitud de la filantropía es impresionante, movilizando anualmente U$ 46 mil millones a nivel mundial. Sin embargo, cuando consideramos este número en el contexto de la actividad económica global, representa apenas un 0,2%. Estos números son un recordatorio importante de que debemos aspirar a más.
Comparto la visión de Walker de que debemos trascender la generosidad y abrazar la justicia como nuestro objetivo final. Esto requiere no solo apoyar proyectos y programas, sino también desafiar las estructuras y sistemas que perpetúan la desigualdad.
Ahora bien, ¿Cómo logramos involucrar el corazón mismo de la actividad económica en esta transformación? Aquí es donde los Incentivos de Bien Público (IBP) –una iniciativa que impulsamos desde el GDFE– desempeñan un papel crucial. Los IBP no solo se basan en la acción filantrópica, sino que también incorporan las preocupaciones y los intereses comerciales de las empresas. Esta visión más amplia nos permite alinear nuestros esfuerzos en torno a las causas esenciales del territorio y hacer foco en el fortalecimiento de las instituciones locales. Ya no se trata solo de pequeños gestos descoordinados, sino de una “acción colectiva” que promueva el bienestar de nuestras comunidades de manera sostenible.
Es fundamental que no perdamos de vista nuestro entorno local y las entidades que lo componen. En este sentido, me entusiasma la creciente coincidencia regional con organizaciones como el GIFE de Brasil, la AFE de Colombia y la red global WINGS en su enfoque con primacía del territorio. Esto nos recuerda que la suma de los aportes individuales rara vez resuelve los problemas de fondo y que, si nos comprometemos, podemos identificar causas y misiones locales para establecer prioridades y colaborar en su resolución.
*Es Director Ejecutivo de GDFE.