En la actualidad, las emisiones relacionadas con la energía representan más del 80% del total de las emisiones mundiales. Encontrar formas de descarbonizar las industrias y crear resiliencia a través de suministros de energía limpia, asegurándose al mismo tiempo de que la transición no deje a nadie atrás, nunca ha sido más apremiante.
Mientras que los países europeos encabezan la clasificación global, Brasil y Chile figuran como líderes notables entre los 20 primeros del índice de este año.
A pesar de que cada país ha adoptado una vía de transición energética única, comparten algunas características comunes, como una mayor seguridad energética a través de combinaciones energéticas y eléctricas diversas, un aumento de las energías renovables y una mayor proporción de energías limpias en la combinación de combustibles, mecanismos de aplicación de tarifas al carbono y entornos reguladores favorables que impulsan y posibilitan la transición energética.
De acuerdo con el informe del Foro Económico Mundial, Brasil ha incrementado su capacidad de energía renovable y su cuota de energía limpia, en gran medida gracias a su compromiso de largo plazo con la energía hidroeléctrica y los biocombustibles, al tiempo que ha aprovechado su potencial solar y eólico. El enfoque de Brasil en la planificación y los instrumentos políticos y el fortalecimiento de las instituciones ha creado el ecosistema adecuado para el impulso de la transición energética. Brasil ha mostrado su compromiso con la transición a las energías renovables durante muchos años, y ya consume casi la mitad de su energía (49%) a partir de fuentes renovables.
Además, el país vecino que será sede de la Cumbre Mundial de Transición Energética a realizarse en noviembre, ha avanzado hacia una transición equitativa a través de la Iniciativa de Descarbonización Industrial Profunda, una coalición de gobiernos y líderes industriales que busca descarbonizar sectores difíciles, como el cemento, el acero, el aluminio y la petroquímica, al tiempo que prioriza las redes de seguridad social, la participación de la comunidad y la recualificación de la mano de obra.
Del mismo modo, Chile genera el 35% de su energía a partir de energía solar y eólica, un testimonio de su desarrollo de infraestructuras y la emergencia de una industria de energías renovables. Este éxito se ve reforzado por un apoyo político duradero y la participación activa de empresas consolidadas comprometidas a impulsar el programa de energías limpias del país. El Gobierno tiene el ambicioso objetivo de alcanzar el 70% de consumo de energía a partir de las renovables y ser neutral en emisiones de carbono para 2050.