(*) Por Lic. María Fernanda Martínez Linares
La transición ha llegado para ser un nuevo vector en el diseño económico mundial. Los costos derivados del cambio climático son evidentes, y los compromisos firmados a partir del “Acuerdo de París”, implicarán que todos los países deban adecuarse con planes de mitigación, que impliquen una responsabilidad compartida de las naciones, empresas e inclusive de todos los ciudadanos.
Se estima que las emisiones mundiales del sector transporte y logística se encuentran en el orden del 24%, y que crecerán en el futuro, producto de la mayor circulación de mercancías, servicios, pasajeros, pues su tendencia está en ascenso.
Ahora bien, la descarbonización en los medios de transporte resulta uno de los procesos más complejos, porque requiere de energéticos de alta densidad calórica que otorguen autonomía, y del desarrollo de tecnologías vehiculares, de almacenamiento, que aún no están plenamente escaladas comercialmente y por consiguiente resultan costosas.
En este marco, podemos pensar que la salida hacia la transición no es única en todos los
países, y depende de los puntos de partida, así, la estrategia europea, cuyas economías no
producen el gas ni el petróleo mundial, y tienen distancias cortas que recorrer, está eligiendo el camino de la electrificación y los renovables, con foco en el hidrógeno verde a mediano plazo, mientras que Estados Unidos promueve la captura del carbono, la explotación del gas natural y el hidrógeno azul en el largo plazo.
La mejora ambiental es un claro objetivo, pero este fin no debe soslayar la necesidad de garantizar la competitividad de un sector que resulta central para permitir: la conectividad entre ciudades y puertos, el intercambio y las exportaciones de nuestro continente.
Sudamérica se encuentra en condiciones de afianzar un proceso de crecimiento, que incluye
la exportación de recursos primarios, fósiles, minería, así como otros de mayor valor agregado. Nos encontramos ante una posibilidad histórica y la logística debe adaptarse activamente al nuevo paradigma, que implica emitir menos gases de efecto invernadero.
Todos los países de Latinoamérica compartimos un diagnóstico similar, una parte importante de nuestro comercio se mueve en camiones, más de un 90% lo hace de ese modo, las distancias son de relevancia, y por ende los kilómetros recorridos. Todo eso imprime un debate que se diferencia de lo que acontece en el mundo desarrollado.
En este marco, Argentina ha afianzado su productividad en la extracción no convencional de
gas natural y petróleo, en donde el reservorio de “Vaca Muerta” y la infraestructura de gasoductos, estaciones de carga de gas comprimido, permitirán cambiar la matriz energética local y la de Sudamérica. Las energías renovables, solar y eólica, permiten pensar en electricidad limpia, que llegará a representar el 25% del despacho eléctrico en un breve lapso. Poseemos un parque productor de biocombustibles de escala y moderno, que también permite pensar otros caminos.
En este contexto, Argentina debería aprovechar las infraestructuras disponibles en la actualidad, pues, siendo el octavo país más extenso del mundo, su consumo de energía representa más de un 33% de la demanda energética del país, y su distribución implica altas inversiones en suministro a lo largo de un espacio muy extenso.
La logística es la que permitirá alcanzar competitividades en los mercados de consumo y para ello se deben considerar los aspectos económicos de la futura transición. La estructura
de precios muestra que la competitividad económica puede mantenerse e incluso mejorar,
actualmente en Argentina el Euro-Diesel alcanza (valores promedio) a los USD 1,34 el litro, el
Diesel Común los USD 1,09 el litro y el GNC a los USD 0,61 el litro, es decir casi un -50% menos.
Las fuentes renovables han ganado espacio con un costo de generación promedio de los USD por 60 MWh, otro tanto ocurre con la producción de biocombustibles, terreno en el que ya existe una experiencia de alcance mundial.
En este sentido, si se cuenta con políticas claras que estén diseñadas a incentivar las inversiones y promover el uso de los nuevos combustibles más competitivos, la transición es una oportunidad que excede al mercado local, y que puede resultar un engranaje para que Argentina exporte, permita alcanzar empleos de calidad, aumente el valor agregado y logre desarrollar autonomía tecnológica en el segmento vehicular y de expendio de combustibles.
(*)Es Economista Especializada en Energía, Economía y Sustentabilidad