Con el objetivo de continuar el diálogo sobre inversiones de impacto e incorporar este nuevo paradigma en nuestro país, el Grupo de Fundaciones y Empresas (GDFE) convocó a un desayuno de CEOs con un funcionario recientemente llegado al gobierno para promover un modo de hacer negocios que, según señaló, es “la revolución del capital en el siglo XXI”.
El encuentro contó con la participación de ejecutivos de distintas industrias: Hugo Krajnc, presidente de Cargill; Andrés Barberis, country manager de Abertis; Pablo Andreani, director del Grupo Logístico Andreani; Angel Rossi, presidente de Establecimientos La Negra; Fernando Fronza, COO de AGEA; Ricardo Torres, presidente de Edenor y Adolfo Navajas, ejecutivo de Establecimiento Las Marías.
Sebastián Welisiejko fue el invitado del sector público. Es ex director del Global Steering Group for Impact Investment, con sede en Londres y trabaja hoy en Presidencia de la Nación, en la Jefatura de Gabinete de Ministros. Su misión es difundir e implementar las inversiones de impactocomo alternativa para resolver los problemas sociales más estructurales. María Julia Díaz Ardaya, presidente del GDFE, Javier García Moritán, director ejecutivo del GDFE y María Rigou, de Rigou Consultores, fueron los anfitriones.
Durante la reunión, Welisiejko describió cómo se están aplicando las inversiones de impacto en el mundo. Puso de manifiesto que la agenda actual de sostenibilidad es muy amplia y los estados no pueden ser los únicos responsables de estos temas, como tampoco la filantropía sería una solución sostenible en el tiempo: “se requiere de la innovación en el capital para llevar adelante inversiones que tengan un impacto real en el ambiente y la sociedad”, destacó.
La revolución del capital en el siglo XXI
“Lo que vemos en el mundo es que hay una tendencia hacia la ‘revolución de impacto del capital'”, señaló Welisiejko, quien además contextualizó la evolución del paradigma empresarial: de un ideario en donde solo importaba el retorno económico (siglo XIX), a otro que, además de la rentabilidad, incorporó el riesgo (siglo XX), para desembarcar finalmente en esta mirada, que incluye el impacto socio-ambiental, en cualquier esquema de negocios, como premisa del mundo corporativo del siglo XXI. Y advirtió acerca de la necesidad de avanzar en este enfoque, “si queremos seguir pensando en el `proyecto humano´”.
Ante la pregunta de los empresarios sobre cuestiones más prácticas de este tipo de inversiones, mencionó que una forma de comenzar aquí podría ser enfocándose en la “economía popular”, incorporando 2,5 millones de trabajadores. Si bien defendió la implementación de planes sociales, como medidas de contención necesarias, invitó a pensar en conjunto alternativas innovadoras para que la inversión privada sea parte de un modelo de negocios inclusivo, capaz de ir revirtiendo el contexto de pobreza que tiene a casi el 30% de la población en esa condición.
El encuentro resultó de un intercambio de ideas muy fructífero entre los participantes, en el que cada uno expuso sus experiencias a nivel empresarial y sus visiones acerca de cómo incorporar este nuevo concepto a las acciones que ya realizan de responsabilidad social.
Todos coincidieron en destacar a nuestro país como un mercado que combina un sector privado fuerte, con un mercado financiero relativamente desarrollado, talento humano y emprendedor incomparable y muchas necesidades sociales y ambientales, que hacen que el terreno sea fértil para posicionarse como líderes en este tipo de inversiones.